El Vientre de Paris - Emile Zola II




Hoy continuamos con esta serie de entradas dedicadas al comercio a través del libro de Zola.

En “El vientre de Paris” el mercado no es el protagonista como tal (contrariamente a lo que ocurría con el gran almacén en “El Paraíso de las Damas”) y sirve como escenario o telón de fondo para el trascurso de la trama. Las conclusiones que sacamos tras su lectura es que el sector de la alimentación y del mercado como tal no ha evolucionado mucho desde la antigüedad como tal, y quizá la evolución mas moderna de ellos son los hipermercados.



Creemos que al ser la mayoría de ellos productos de primera necesidad, con un consumo diario y garantizado, con unos menores márgenes, no han tenido la necesidad de evolucionar para tentar al consumidor.

La novela comienza con la llegada a Paris de Florent quien había sido deportado a Cayena tras las jornadas de diciembre. (Como comentamos en el resumen de la novela). A su llegada se encuentra con unas importantes reformas de la ciudad que, llevadas a cabo bajo el gobierno de Napoleón III, cambian la estética y la forma de entender la gran ciudad, hasta hacerla irreconocible ante sus ojos. Así describe su primera visión del mercado.



Pero lo que le sorprendía era, a los bordes de la calle, unos gigantescos pabellones, cuyos tejados superpuestos le parecían crecer, extenderse, perderse, al fondo de una polvareda de resplandores. Soñaba, con la mente delimitada en una sucesión de palacios, enormes y regulares, de una ligereza de cristal, que encendían sobre sus fachadas las mil rayas de llamas de persianas continuas y sin fin. Entre las finas aristas de los pilares, esas menudas barras amarillas formaban escaleras de luz, que ascendían hasta la línea oscura de los primeros tejados, que escalaban el amontonamiento de los tejados superiores, apoyando la mole de los grandes armazones calados de salas inmensas donde vagaba bajo el amarillo del gas, una confusión de formas grises, borrosas y durmientes.



Una vez dentro un conocido le guía en el laberíntico edificio

… Allí, mire el pabellón que esta a nuestro lado es el pabellón de la fruta y las flores, mas lejos el pabellón del pescado, la volatería y detrás, las hortalizas, la mantequilla y el queso… Hay seis pabellones por ese lado; después al otro lado enfrente hay cuatro mas; carne; casquerías, el Valle… Es muy grande pero hace un frío terrible en invierno. Dicen que van a construir dos pabellones más derribando las casas, alrededor del mercado del trigo.



Y llega el momento en que se pone en marcha esa gran maquinaria de alimentación y empieza su primera visita iniciática en el mismo.

Una gran campana empezó a sonar por encima de la cabeza de Florent, en la esquina del pabellón de la fruta.

En el mercado los montones descargados se extendían hasta la calzada, entre montón y montón, los hortelanos disponían un estrecho sendero para que la gente pudiera circular. Toda la ancha acera, cubierta de una punta a otra, se alargaba, con los montículos oscuros de las verduras. Solo se veía aun, en la claridad brusca y cambiante de los faroles, la plenitud carnosa de un atado de alcachofas, los verdes delicados de las lechugas, el coral rosado de las zanahorias, el marfil mate de los nabos; y esos relámpagos de colores intensos corrían a lo largo de montones, con los faroles. La acera se había poblado; el gentío despertaba, marchaba entre las mercancías: deteniéndose, charlando, llamando…



Entraron en una de las calles cubiertas entre el pabellón del pescado y el pabellón de la volatería. Florent alzaba los ojos, miraba la alta bóveda, cuyo maderamen interior relucía entre los encajes negros de las armaduras de hierro colado. Cuando desemboco en la gran calle central pensó en alguna ciudad extraña , paseos y sus carreteras, sus plazas y sus cruces, metida por entero bajo un cobertizo, un dia de lluvia, por algún gigantesco capricho. Las sombras que dormitaban en los huecos de la techumbre, multiplicaban el bosque de pilares, ensanchaban al infinito las delicadas nervaduras, las galerías recortadas las persianas transparentes; y había por encima de la ciudad hasta en el fondo de las tinieblas, toda una vegetación, toda una floración, monstruoso despliegue de metal , cuyos tallos que ascendían como cohetes, cuyas ramas que se retorcían y anudaban cubrían un mundo con la levedad del follaje de un hosquedad secular.



Algunos barrios dormían aun, encerrados tras sus verjas. Los pabellones de la mantequilla y de la volatería alineaban sus tiendecitas enrejadas, alargaban sus callejuelas desiertas bajo las hileras de faroles de gas. El pabellón del pescado acaba de abrirse; unas mujeres cruzaban las filas de piedras blancas, marcadas por la sombra de los cestos y los trapos olvidados. En las hortalizas, en las flores y en la fruta crecía el alboroto. Poco a poco la ciudad iba despertando, desde el barrio populoso donde las coles se apilaban desde las cuatro de la madrugada, al barrio perezoso y rico que solo cuelga en sus cas capones y faisanes hacia las ocho.



Pero en las grandes calles cubiertas la vida afluía. A lo largo de las aceras, en los bordes había aun hortelanos, pequeños cultivadores llegados desde de las cercanías de Paris, desplegando sobre cestas su cosecha de la tarde anterior, manojos de verduras, puñados de frutas, Entre el incesante vaivén del gentío, los carros entraban bajo las bóvedas, aflojando el trote resonante de sus caballos.



Llegaba el pescado, se sucedían los camiones (carros para cargas pesadas) acarreando las altas jaulas de madera llenas de banastas que los ferrocarriles traían muy cargadas desde el océano.

Estaban en medio del mercado de las flores frescas. En los puestos, a la derecha e izquierda, mujeres sentadas tenían ante si canastillas cuadradas llenas de manojos de rosas, violetas, de dalias, de margaritas. Los manojos se oscurecían semejantes a manchas de sangre, o palidecían suavemente con grises plateados de gran delicadeza.



Florent miraba el gran mercado salir de la sombra, salir del sueño en los cuales lo había visto , alargando al infinito sus palacios calados, se solidificaba, de un gris verdoso, mas gigantesco aun, con su prodigiosa arboladura que soportaba los lienzos sin fin de sus tejados. El mercado amontonaba sus masas geométricas, y cuando se apagaron todas las claridades interiores, cuando se baño en el día naciente, cuadrado, uniforme, apareció como una maquina moderna sin ninguna medida, una maquina de vapor una caldera destinada a la digestión de un pueblo, gigantesco vientre de metal, sujeto con pernos, remachado, hecho de madera, de vidrio y de hierro colado de una elegancia y una potencia de motor mecánico, funcionando allí con el calor del calentamiento, el aturdimiento, el bamboleo furioso de las ruedas.

Las imagenes que ilustran esta entrada corresponden al Antiguo Mercado de la Cebada de Madrid, que junto al de Mostenses derribado en los años 50 para la ampliacion de la Gran Via son los mas influidos por la arquitectura del Gran Mercado de Les Halles de Paris.

2 comentarios:

  1. Interesantisimo vuestro comentario sobre los hipermercados. En EEUU (y en UK), la moda son los "farmers markets" en las ciudades, donde los productores venden directamente sus productos frescos, sin intermediarios. E sparte del movimiento de la "comida lenta", del respeto por la estacionalidad del producto fresco, de la agricultura biologica y ecologica. Nosotros aqui ya casi no compramos en otro sitio (y ahora que buscamos casa en NY, la proximidad de uno cercano es un fcator que estamos teniendo en cuenta).

    Es la vuelta a los origenes, es el modelo medieval de venta, una vez a la semana, en la plaza. Algo que en muchas localidades pequenas aun existe pero que en nuestras ciudades se ha perdido. En Madrid alguien deberia intentarlo en la Plaza de la Paja, por ejemplo (que es donde se celebraba el mercado desde el siglo XIV, no deja de ser la plaza mas antigua de Madrid).

    Preciosas las fotos del antiguo mercado de la Cebada, aunque tengo que reconocer que a mi el actual, de los anhos 60, me gusta mucho, y no solo porque cuando vivia en Madrid hiciese ahi la compra diaria, sino porque sus espacios interiores, aunque deteriorados (como todos los mercados, es inevitable), me parecen sobrecogedores. Siempre he pensado que en vez de tirarlo, se deberia conservar la estructura, que ya esta muy integrada en el tejido urbano aunque el exterior sea "feo" y darle un lavado de cara, aprovechando esas bovedas de hormigon tan impresionantes (hay un edificio de Toyo Ito de interior parecido). Asi tendriamos conservados un mercado de metal decimononico (San Miguel), uno de hormigon racionalista (Puerta de Toledo, a pesar de la rehabilitacion no muy acertada, en mi opinion) y uno brutalista.

    Pero estoy seguro de que mi idea tendria pocos seguidores.

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  2. Ardilla, aqui la verdad es que lo ecologico no pasa de venderse en algunos pequeños supermercados especializados y en pequeñas secciones gourmets de hipermercados como El Corte Ingles o Hipercor. Los precios son altos y la gente no esta por la labor y menos en estos tiempos. Tambien sabemos de algunos grupos de gente que se han unido para comprar directamente a horticultores, pero mas en zonas que todavia tienen el campo cerca como Levante; Murcia, Cataluña, etc, en Madrid tambien hay alguno en zonas de la periferia (Las Rozas) o pueblos de la sierra. El sistema de "farmers markets"que dices se esta implantando en USA seguro que estaria bien tambien aqui y contribuiria a moderar los precios, a mayor oferta mayor demanda y precios mas ajustados, ademas se evitan intermediarios.
    Nos parece interesantisimo el movimiento "slow", lastima que aqui no se sepa casi nada de ellos y no haya alguna pequeña slow city que lo siga, tan solo algunos, muy pocos pueblecitos del norte, cataluña y pais vasco principalmente.

    A nosotros el de la Cebada nos gusta poco, la verdad, como dices el exterior es muy feo, y en el interior el par de cupulas de hormigon. Y en cuanto al de Puesta de Toledo la verdad es que queda muy poco del mercado original, la fachada y poco mas, y es un edificio complicado para el comercio, es demasiado laberintico.

    Pero en estos momentos estamos en plena construccion de varios mercados importantes como el de Chueca que esta a punto de abrir, el de Barcelo que ha empezado su construccion, despues de hacer uno temporal y el proximo se San Chinarro que espera abrir para el proximo año.

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