Cervezas Artesanales de Madrid




Madrid ha sido desde antaño una región con tradición cervecera, siempre tuvo pequeñas fábricas repartidas por su territorio que con el paso del tiempo se fueron haciendo grandes e importantes para acabar siendo compradas y fusionadas con grandes grupos del sector.

Y es que Madrid cuenta con un valor muy importante para la cerveza: su agua, que siempre ha tenido fama de ser buena. Y como el agua constituye el 90% de la cerveza, tener un agua de calidad es un excelente punto de partida para el establecimiento de fábricas en la región y para competir con otras cerveceras de España.



Por si esto fuera poco, nuestra ciudad cuenta también con dos elementos claves para el éxito del consumo de cerveza: una climatología seca y soleada, y una red de bares única por habitante, 14.600 bares y restaurantes, uno por cada 450 habitantes.

Así que, con estas premisas y ahora que vuelve a estar de moda lo artesano, el campo para volver a fabricar cervezas de calidad y a pequeña escala con el marchamo de la región estaba despejado. Y así han sabido verlo en estos tiempos de crisis, tan necesitados de nuevas iniciativas, varios emprendedores.



En Julio de 2010, fruto de un grupo de emprendedores, liderados por David Castro y a los que une la pasión por la cerveza, el mundo empresarial y el apego a la historia y gentes de Madrid, con el ánimo de ofrecer al mercado una serie de cervezas artesanales de alta calidad y bajo volumen de producción nace, bajo el nombre de la diosa icono de Madrid, La Cibeles, una nueva marca de cervezas fabricadas en la comunidad, “la única cerveza que tiene un monumento” como ellos mismos dicen.


En 2012 y en una nave de un polígono industrial situado en la localidad de las Rozas de Madrid veía la luz una segunda marca: La Virgen. Sus promotores: dos emprendedores madrileños que trabajaban en San Francisco (Estados Unidos) y empezaron a elaborar cerveza en su propia casa, Jaime Riesgo, un publicitario avezado y su mujer, Ana Elena Coello, asesora de inversiones. Ambos, junto a Estanis Carenzo y Pablo Giudice, de Sudestada, iniciaron la aventura.

Merece la pena acercarse hasta allí, no solo por la calidad de sus cervezas o su ya famoso perrito caliente, sino por la gracia del lugar, que parece semiclandestino, una nave blanca con hechuras de garaje en la que, como en casi todos los lugares donde se fabrican cervezas artesanas, los tanques de acero inoxidable parecen de juguete.


Quien quiera conocer el proceso no tiene más que concertar una cita por teléfono y se lo enseñarán todo, incluidas las cubas de fermentación, los depósitos de frío donde reposan las cervezas antes del embotellado y hasta la caldera, que se alimenta con un curioso y muy ecológico combustible, huesos de aceituna.

Cierran toda la semana, salvo jueves y viernes a partir de las 19,30 y también abren los sábados, incluso por la mañana. Cuentan con una barra y varios grifos y la clientela llena las mesas que se desparraman por el callejón donde se encuentra la nave lo que le da un aire como de bar improvisado, o lo que podríamos denominar, siguiendo la moda actual, un "pop-up bar".


Un lugar muy diferente nos ofrece la Fábrica de Cervezas Maravillas, un bonito espacio situado en pleno centro de Madrid donde degustar también las cervezas artesanales que producen sus dos maestros cerveceros, el francés Thierry Hascoët y David Rodríguez, estadounidense de origen español.

Este pequeño pero diáfano espacio diseñado por la interiorista Tamara Pintado (otra de las socias) tiene una sala de degustación, con sus cañeros, su barra y unas cuantas mesas altas y, detrás, la pequeña fábrica, a la vista del público, donde se elabora el preciado líquido.



A nosotros, por motivos profesionales, nos gustó más este último local, pero os aconsejamos visitar las fábricas y probar algunas variedades, bien allí mismo o adquiriéndolas en alguno de los lugares donde las venden embotelladas.

El secreto de estas “craft beers” y los sabores acentuados que consiguen, está, como no podía ser de otra manera, en el proceso de producción de las microcervecerías: elaboración totalmente natural a partir de agua, cereales malteados, lúpulo y levadura, sin conservantes ni aditivos. El resultado son cervezas vivas e intensas, sin pasteurizar, ni filtrar, con más cuerpo, y, generalmente, de gusto y aroma más potente que las no artesanales.


El público que consume estas marcas va desde el entendido de la cerveza qué distingue aromas y matices, hasta gente que quiere probar algo diferente y que sin tener ni idea del proceso de fabricación pide que le expliquen qué es cada cosa.

Así que más que para el popular “salir de cañas” estas cervezas y los lugares en que se pueden degustar sirven para fomentar la cultura y el consumo de la (buena) cerveza en la capital y para educar al paladar cervecero y probar cosas nuevas. Además, estaremos contribuyendo a la economía local.



Pero este fenómeno de las cervezas artesanales y sus pequeñas (o no tanto) fábricas no es exclusivo de la capital, ya os hablamos también en otra entrada de la estupenda Fábrica de Cervezas Moritz catalana, la más antigua de España, por poner otro ejemplo. ¿Y cuáles son las razones para este éxito en nuestro país? Pues como muy acertadamente creemos apuntaba un conocido bloguero del diario El País:

Suelen ser buenas, se atreven a competir con el vino en la mesa.

Presumen de vocación ecológica.

Representan algo exclusivo a precio asequible.

O sea, las mismas claves para el éxito que vemos repetidas en muchos sectores y modelos de negocio que os venimos mostrando: calidad y diferenciación a precios razonables.



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